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Textos sobre o meu oficio e noticias sobre traballos, as veces en galego, otras veces en castellano, pero siempre hablando de cine, literatura y cosas parecidas.

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Cambio de paradigma

16th enero 2021 By Héctor Carré

Las series de televisión cambian, en parte, la narrativa clásica.

En el año 335 antes de Cristo Aristóteles escribió un tratado que, bajo el nombre de poética, describe los mecanismos de la construcción y el desarrollo de las obras dramáticas para mantener el interés del espectador. Fue el primero en sistematizar el proceso y lo hizo definiendo conceptos  como la peripecia, la catarsis y el reconocimiento, que han perdurado hasta nuestros días. Los numerosos autores que han proliferado en los últimos cincuenta años, estudiando la forma de escribir textos dramáticos, añaden algunos elementos para hilar fino en la forma de ordenar las peripecias, pero no cambian lo sustancial. De hecho, el texto de Aristóteles sigue publicándose y los guionistas de televisión lo leen con avidez. ¿Cómo es posible que un texto escrito hace más de veintitrés siglos pueda seguir siendo útil? La respuesta sencilla es la más creíble. Interesa porque lo que dice es básicamente certero. La dramaturgia es el arte de ordenar ciertos acontecimientos para hacerlos comprensibles al público, y eso no ha cambiado, aunque cada generación se empeñe en pensar que sus miembros son completamente diferentes de sus predecesores.  

Yo creo que la interacción entre proveedores de contenido y empresas de distribución bajo demanda está cambiando en parte el paradigma establecido por Aristóteles de principio, medio y fin de un texto, que hoy conocemos como planteamiento, nudo y desenlace, para convertirlo en planteamiento, nudo y continuará.

Las consecuencias de ese cambio de paradigma son de diferente tipo. En el mejor de los casos los actos se fragmentan, de modo que cada uno de ellos se convierte en dos capítulos, para conformar historias de ocho o seis capítulos, en función de si la estructura contiene un segundo acto doble o sencillo. Además, la necesidad de terminar cada capítulo en un momento culminante, que plantea una pregunta respecto al desarrollo de la historia, y, por tanto, provoca la necesidad del espectador de seguir viendo el programa, sirve como potenciador de lo que Aristóteles define como peripecia, es decir, los sucesivos cambios de fortuna que los personajes sufren durante el desarrollo de la trama. El cambio de acto, como es sabido, se produce precisamente cuando el cambio de fortuna es de tal magnitud que transforma completamente las circunstancias de los protagonistas.  Así pues, enriquecer el número de peripecias puede ser bueno, pero también puede tener consecuencias indeseadas, como veremos más adelante.  

La fragmentación puede abarcar también a las temporadas, convirtiendo a su vez a cada una de ellas en los actos de una obra única que abarca varias temporadas.

Aparte de aumentar la complejidad del trabajo de los guionistas, el continuará no variaría la esencia del paradigma conocido, más allá de la postergación del desenlace al final de la última temporada, si no fuese porque la práctica profesional plantea ciertas dificultades que pueden viciar el proceso.

En general los problemas surgen de la dualidad entre la fase de producción y la de distribución. Una serie sólo es producida si previamente es aceptada por una cadena televisiva o plataforma OTT y la siguiente temporada sólo se producirá si obtiene una audiencia semejante o mejor, que la esperada por la distribuidora. Por este motivo los productores piden a los guionistas que incluyan todo aquello que les parezca importante, novedoso o cautivador en la primera temporada, simplemente porque no tiene sentido guardarse algo bueno para una segunda temporada que podría no existir. Por otro lado, los costes de promoción y puesta en el mercado de una marca y las políticas de fidelización de su clientela por parte de las cadenas tienden a buscar finales del tipo continuará, es decir, finales en los que no hay desenlace para que se mantenga el interés del público por ver la siguiente temporada.

Esta dualidad provoca situaciones que pueden ser resueltas correctamente, con mucha pericia e imaginación, creando series que consiguen desarrollar la historia a las historias que contienen, a lo largo de múltiples temporadas con tanta maestría e interés como una única película de hora y media. Pero también pueden provocar que las series vayan decayendo a lo largo de las temporadas en un proceso natural de agotamiento.

Como explicamos anteriormente, es difícil que una serie tenga luz verde para ser producida a lo largo de cuatro temporadas, por tanto, lo habitual es que se piense y se diseñe una primera temporada. Si la emisión es exitosa y la cadena renueva el contrato, se ataca la segunda y así sucesivamente. Como es sabido, una película o una serie trata sobre la vida de unos personajes, se centra en ciertos temas y se desarrolla dentro de un género determinado. Con suerte, en la segunda temporada los guionistas pueden encontrar peripecias que permitan seguir desarrollando las vidas de los personajes y explorando los temas con la misma o mayor profundidad que en la primera, pero el género seguirá, casi siempre, siendo el mismo. Si todo va bien y hay que atacar una tercera temporada, los cambios de rol y las posibilidades de conflicto no exploradas en temporadas anteriores van disminuyendo, y así sucesivamente. De hecho, a menudo una nueva temporada trae como novedad que las relaciones entre los personajes vuelven a ser análogas a las de la primera temporada y vuelta a empezar.  

Mi difunta tía Obdulia veía una serie diaria, aunque a menudo se quejaba de su de dudosa calidad. Yo le preguntaba por qué seguía viéndola. La respuesta era simple, quería saber como acababa. Yo trataba de convencerla de que mientras la siguiese viendo la serie no terminaría nunca, pero ella no me creía, porque nunca llegó a asimilar el cambio de paradigma, el cambio del concepto desenlace por el concepto continuará.

Hay maneras de alcanzar un desenlace al final de una temporada, por ejemplo resolviendo alguna de las subtramas o cambiando por completo los personajes, pero manteniendo el género y los temas en la siguiente temporada. Últimamente comienza también a ser habitual que se produzcan series de una sola temporada, lo que no garantiza que sean buenas, pero permite evitar el riesgo de la repetición y la decadencia. Sin embargo, existe otro problema que habíamos dejado pendiente. Se trata de la necesidad de llenar de peripecias, de cambios de fortuna, para mantener la atención sobre películas que rondan las seis horas por temporada. En el esquema tradicional de tres actos, los acontecimientos transformadores que llevan la historia de un acto al siguiente, conocidos como puntos de giro o con nomenclaturas análogas, eran dos o tres. En una temporada, especialmente en los thrillers, cada capítulo debe acabar con algo parecido a eso, un momento de suspense que es conocido en jerga como cliffhanger es decir, que deja al personaje colgado en un acantilado. Este proceso conlleva otro riesgo diferente al de repetición, pero no menos peligroso, se trata del riesgo de inconsistencia. A veces prima más el deseo de colocar al personaje en una situación desesperada, que será inmediatamente resuelta para que siga avanzando la historia, que la necesidad de mantener la lógica y la credibilidad de los personajes para que la atención del espectador no se vea afectada por la incoherencia de lo que está viendo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que dentro de cada capítulo también se reproduce el esquema de actos y de puntos de giro que llevan de uno a otro.  

Así pues, este nuevo paradigma no es mejor ni peor que el clásico definido por Aristóteles, pero comporta ciertos riesgos.

Personalmente en pocas ocasiones he mantenido el interés en una serie después de la tercera temporada y si en la primera hay muchos puntos de giro y poca coherencia en el carácter de los personajes o en la credibilidad de la historia dentro del universo en el que transcurre, no suelo llegar a terminarla, porque cada vez que la incredulidad me saca del  mundo de la historia, me cuesta más volver a entrar.  

Post truth times at 25th Raindance film festival, London

27th septiembre 2017 By Héctor Carré

Así presentamos post truth times en el Raindance con una acogida muy calurosa.

We the media en Buenos Aires

3rd mayo 2017 By Héctor Carré

We the media participará no Festival Internacional de cine político (Ficip) de Buenos Aires

Comeza o camiño internacional de We the media, o noso documental sobre a influencia da Internet no xornalismo coa participación na sétima edición do Ficip en Buenos Aires.

Esperamos que pronto haberá máis noticias sobre a distribución internacional da película.

Xaquín Gonzalez (sentado) traballando no seu posto de director de Guardian Visuals.

 

Perfil del 7º Argentina FICIP

 

El cine, como fundamental industria cultural de los siglos XX y XXI, evidencia la dimensión política del séptimo arte: sus películas, de un modo voluntario o fortuito, representan, acompañan o comentan la historia contemporánea.

El cine político pone en cuestión la realidad cotidiana, al revelarnos, desde su particular representación, aspectos ocultos o que se han vuelto invisibles por la costumbre. Nos muestra que la realidad a la que estamos habituados es una construcción y que, como tal, puede ser deconstruída y reconstruida.

Finalmente, como herramienta para la comprensión e interpretación de la historia, el cine político es especialmente útil en oscuros períodos históricos en los que, al entrecruzar arte, historia, identidad y compromiso, confronta a las políticas del olvido, reivindicando la Memoria.

A partir de estas reflexiones sucede este festival.

Buenos Aires – 25 al 31 de mayo – 2017

Máis información no apartado http://www.hectorcarre.com/portfolio/we-the-media

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